Bueno, algo es algo dijo un calvo cuando se encontró un peine. Eso decimos nosotros, algo es algo. Acostumbrados a esta miseria invernal, una nevadita se agradece, por lo menos para iluminar el paisaje y alegrar la vista.

El amanecer de hoy nos ha ido deparando una bonitas vistas, pero a medida que se ha ido haciendo de día, nos hemos dado cuenta que el manto blanco no es tan espeso como debía serlo.


Desde luego, a estas alturas del año, el invierno ha perdido toda su esencia y lo único que promete es una primavera temprana y un verano con restricciones de agua.

Pero no todo es pesimismo, y aunque la capa blanca sea fina, no desaprovechamos la ocasión para renovar las fotos del complejo.


En lo alto del Mampodre, en los picos de la Uve, La Cruz, Cervunal, Convento, Polinosa y Mediodía, los espesores de nieve son más abundantes.


En las cabañas, sin embargo, se aprecia que la nieve caída no da para tapar los caminos.


La Peña Hoguera nos hipnotiza todas las mañanas, y por muchas que le hayamos hecho, no dejamos de fotografiarla.


A contraluz, los cristales de las ventanas reflejan la claridad matinal. Y pronto, con los rayos del sol, actuarán como espejos reflectores.


Por las calles de Maraña, la vista se nos escapa una y otra vez, hacia las montañas nevadas. Y es que la verticalidad que nos ofrece, es otro espectáculo digno de ver.


Hierba, madera y nieve en la ladera de la Cortina.


El ganado, desconcertado, se reúne en las campas a la espera de que los ganaderos les lleven hierbas secas para comer.

Luces y sombras en un amanecer nevado.


 La Cabaña "El oso se esconde" bajo la peña del Hoyo.


La mejor estampa de todas, con el paredón de la Peña de las peñas.


El pino de Jesús, a ver si tira en primavera!!!


Mampodre, siempre Mampodre.


Vea, desde donde se vea, la vista es magnífica.
Este año 2012 empieza con una nueva preocupación. No es la crisis que todos nos anuncian, nos venden y nos inculcan, esa crisis que nos deja con un miedo corporal y mental que nos hace dudar de nuestro futuro.


No, es la climática. Estamos cansados de intentar concienciar a la gente de que el cambio climático es real. Es una amenaza constante e ininterrumpida, ocasionada por nuestro desfasado nivel de vida y el abuso que estamos haciendo de los recursos agotables del planeta. Nosotros estamos en una zona especialmente delicada y débil. La montaña necesita un equilibrio que año a año le estamos negando. El calor es frecuente, cada día más fuerte. Las precipitaciones son más escasas. Las nevadas, son... ¿dónde están las nevadas? ya no son. No se producen. Los temporales aparecen... y se van. No se quedan. No se acumulan esos míticos espesores que nos vendieron la primera vez que llegamos a Maraña. Nevadas de dos metros, nevadas que aislaban del mundo. Nevadas míticas. Nevadas que veremos cada vez menos. Todo ello se une al calor intenso, poco apropiado de meses invernales. Se producen heladas matinales, pero al llegar al mediodía todo se derrite por el calor agobiante. Las nubes ni siquiera aparecen, no se asoman por la montaña, y si lo hacen es para dar sombra o provocar una ligera precipitación en forma de orbayo refrescante, pero insuficiente.
Somos pesimistas porque estamos perdiendo las estaciones. Somos alarmistas porque esta escasez nos va a pasar factura en meses realmente secos y duros como agosto y septiembre.
Esperemos que las ansiadas nevadas lleguen pronto, queremos ver un monte nevado, deseamos tener que pisar nieve durante muchos días seguidos. Necesitamos que la tierra se empape de nieve para acumular humedad. No queremos una primavera a destiempo, queremos un invierno real.

¿Dónde están las nevadas de otros años?